No reaccionemos como el perro de Pavlov

Pavlov fue un científico ruso interesado en estudiar el comportamiento y se le conoce habitualmente por su experimento sobre el reflejo condicionado.
El experimento que él hizo consistía en hacer sonar una campana antes de darle comida a su perro. Realizó esta misma operación cada vez que alimentaba al can y luego de un tiempo éste reaccionaba salivando con solamente oír la campana.
Con esto demostró que el estímulo del sonido de la campana podía activar el sistema digestivo, incluso aunque no se presentara el alimento en absoluto, ya que el perro sabía, debido a la repetición constante, que luego de ese estímulo venía una recompensa.
Gracias a este experimento, hoy sabemos que la mente animal (y humana) puede ser condicionada para responder frente a diferentes estímulos.
Pero no es de eso de lo que quiero hablarte…
Creo que eres genial
Sincera y humildemente creo que yo soy genial y que tengo las capacidades necesarias para entregar algo de gran valor al mundo.
Creo exactamente lo mismo de ti, de hecho, creo que cada persona sobre la faz de la tierra tiene algo genial que aportar a la sociedad. Y no hablo solo a nivel profesional, sino también a nivel personal, artístico o espiritual.
Piensa en el trabajo que haces y en la forma en que con ello puedes hacer más fácil la vida de otras personas. Piensa también en las conversaciones que tienes con amigos y familiares y de qué manera tus opiniones o las interacciones que tienes con ellos los podrían ayudarles a ser mejores personas. Si haces arte, piensa en la forma en que tu obra podría ayudar a las personas a reflexionar y mirar las cosas desde otra perspectiva.
Sea lo que sea que hagas tienes potencial para dejar tu huella.
Para entregar al mundo aquello grandioso que cada uno de nosotros tenemos adentro, lo único que se necesita es la intención y el enfoque necesario, pero lamentablemente, hoy en día tenemos un enemigo terrible acechando a cada instante tratando de desviarnos del camino.
Me refiero a las distracciones y a la forma en que reaccionamos de manera condicionada frente a ellos. Sí, tal como el perro de Pavlov.
Evidentemente hay distracciones que están fuera de nuestro control y sobre los cuales no podemos hacer nada al respecto (si comenzara un terremoto justo mientras escribo esto no me quedaría otra opción más que salir de la casa), sin embargo hay otro tipo de distracciones que están allí porque nosotros mismos las ponemos.
El problema de la vida moderna
Prácticamente todos los profesionales hoy en día tenemos algún tipo de smartphone, con aplicaciones geniales que nos permiten comunicarnos muy fácilmente y de manera casi instantánea con otras personas. Quienes nos dedicamos al diseño web y a otras labores de oficina también nos pasamos varias horas del día frente a la pantalla de una computadora.
No hay nada malo con los smartphones ni con los computadores, ni con las redes sociales, ni con las aplicaciones de comunicación instantánea, yo sería la última persona en la tierra en alegar en contra de estos avances tecnológicos, el problema que veo es el bombardeo de información constante al que nos exponemos, que aparecen ante nosotros a modo de notificaciones, y cómo dejamos que esto nos afecte y nos distraiga durante el día (e incluso la noche).
Hace un tiempo estaba conversando con un amigo, quien dejó su celular sobre la mesa y cada cierto tiempo la luz de la pantalla se encendía para presentar alguna notificación y, si bien la conversación estaba interesante, su reacción casi instantánea era voltear su cara para mirar la pantalla y verificar de qué se trataba. En cada ocasión solo eran cosas irrelevantes, por lo que la conversación seguía, pero con estas interrupciones rompían la atmósfera del momento.
En otra ocasión estaba con un grupo de amigos conversando de algo bien interesante, cuando de pronto el celular de uno de ellos vibra al recibir un mensaje de whatsapp, a nadie le importa más que a él, pero al parecer el mensaje fue gracioso porque comenzó a reír, y luego, todos curiosos quisimos mirar el mensaje, perdiendo por completo el sentido de la conversación.
Yo mismo me he encontrado en varias ocasiones reaccionando de manera involuntaria a las notificaciones de mi teléfono celular mientras estoy realizando tareas muy importantes y que requieren alta concentración como por ejemplo, escribir un artículo, redactar un email o diseñar el sitio web de un cliente.
Sin darnos cuenta hemos desarrollado el reflejo condicionado de prestar atención inmediata a las notificaciones de nuestros dispositivos móviles o de escritorio, sin siquiera cuestionarnos si es algo que vale la pena hacer y gracias a esto, momentos importantes de nuestra vida se ven interrumpidos, sobre todo aquellos en donde estamos dejando salir nuestra grandeza o creando aquello de mayor relevancia. Sin darnos cuenta, estas reacciones nos sacan de nuestro foco y nos impiden alcanzar nuestro mayor potencial.
Seguro más de alguien estará pensando que exagero, pero hay algunas cifras que indican que algo de cierto hay en lo que digo.
Volver a la concentración toma tiempo
Un estudio de la Universidad de California descubrió que cuando alguien está concentrado y es distraído, toma en promedio 25 minutos volver al mismo nivel de concentración anterior. No parece un gran problema, si piensas que solo serás distraído o distraída un par de veces al día, sin embargo el estudio también mostró que el tiempo promedio entre distracciones ronda los 11 minutos.
Es decir si una persona es distraída cada 11 minutos, pero le toma 25 minutos volver a concentrarse, entonces estamos frente a un problema bien relevante, del cual cada uno debe ocuparse, sobre todo si consideramos que un un 44% de las interrupciones son creadas directamente por el afectado.
El lado triste de la historia
Hay una razón psicológica detrás del porqué nos interesa estar atentos a las notificaciones y tratar de estar al tanto de todo lo que pase en redes sociales, email y mensajería instantánea y es algo realmente triste.
La notificación que llama nuestra atención, no es más que la campana de Pavlov indicándonos que pronto viene la recompensa, y ésta última, no es más que la alegría de saber que alguien tiene algo que decirnos.
Cada vez que alguien le da “me gusta” a alguna de nuestras fotos o nos envía un correo electrónico o nos escribe un mensaje de WhatsApp, nos alegramos porque cada una de esas notificaciones demuestran que alguien, en algún lugar del mundo pensó en nosotros.
Finalmente sentimos (de manera inconsciente) que las notificaciones y las interacciones digitales que tenemos con otros nos validan como seres humanos valiosos, pero eso es en la práctica bastante falso, todos somos personas valiosas incluso aunque no interactuemos con nadie de manera digital. Mi mamá, por ejemplo, no tiene idea siquiera de cómo encender una computadora, y aún así es una de las personas más importantes en mi vida.
Realmente no necesitamos esta gratificación instantánea que son las notificaciones, pero aún así nos gustan y podemos incluso llegar a volvernos adictos.
Y lo peor de todo, nuestro interés por estar al día de todo lo que pasa en nuestra vida digital está interrumpiendo la posibilidad de crear cosas geniales en nuestra vida real.
Sin darnos cuenta nos hemos vuelto reactivos y en lugar de decidir conscientemente qué hacer con nuestro tiempo, simplemente reaccionamos frente a lo que otras personas hacen.
En lugar de sentarte a escribir ese libro que siempre has tenido en mente o esa canción que siempre has querido componer, resulta mucho más fácil y cómodo responder correos y mensajes para finalmente decir que has estado muy ocupado y no has tenido tiempo.
Te propongo un desafío
Durante 1 semana (7 días) desactiva por completo las notificaciones de todos tus dispositivos.
Sí, escuchaste bien, todas las notificaciones en todos los dispositivos. Sin excepciones.
No WhatsApp, no Email, no Facebook, no Twitter, no Instagram… nada.
La idea es que veas lo que cada una de estas aplicaciones tiene para informarte solo una vez que la abras.
Además, sería ideal que pudieras llevar un diario en donde anotar cómo te sentiste al final de cada día. Tal vez al principio te sientas un poco extraño, tal vez puedas disfrutar de una conversación en familia sin interrupciones o quizás por fin pudiste concentrarte y escribir esa canción.
Mi experiencia
Yo he hecho este desafío y debo decir que al principio fue difícil, pero con el tiempo, los frutos me han dejado más que satisfecho y ya llevo un par de meses sin notificaciones de ningún tipo.
Lo más difícil ha sido desconectarme del email, ya que habitualmente tenía la sensación de que necesitaba estar conectado 24/7 al correo electrónico por si ocurría algo importante relativo al trabajo, pero la verdad es que prácticamente todos los correos que recibía podían esperar por lo menos 1 hora sin problemas.
Hoy lo que hago es revisar y procesar el email 3 veces al día: en la mañana, antes de almorzar y antes de terminar el día. Tal vez por la naturaleza de tu trabajo requieras revisar el email más seguido, una vez cada hora quizás, o tal vez cada 30 minutos.
Lo importante no es que tan radical seas con el cambio, sino que tomes las riendas de tu propio tiempo y hagas lo que tienes (o quieres) hacer en el tiempo en que tú decidas y no basado en las “urgencias” de otras personas.
Otro punto que ha sido interesante de analizar es WhatsApp. Al principio, mis hermanas bromeaban conmigo, decían que “para qué tenía la aplicación si no respondía cuando ellas querían hablar”, pero con el tiempo comprendieron que valoro mi trabajo y mi tiempo y que por eso solo contesto mensajes luego de terminar el trabajo.
Estar sin notificaciones de Twitter, Facebook o WhatsApp, me hacía temer inicialmente de que podía perderme de algo importante, pero la verdad es que eso nunca ha pasado, tal vez he visto uno o dos días más tarde el video viral del momento, pero fuera de eso todo ha ido de maravilla, y las noticias urgentes que han habido, han llegado a mí muy rápido por otros medios.
Gracias a este simple cambio, he podido experimentar mejoras importantes en mi trabajo y he podido dedicar grandes bloques de tiempo cada día a las labores más relevantes, sobre todo a las creativas, sin tener que lidiar con interrupciones ni con estar revisando el correo como obligación.
Mi resultado en general ha sido productividad aumentada y creatividad liberada.
¿Y tú qué dices?¿Te atreves a vivir una semana sin notificaciones?
Te apuesto a que después no querrás volver.
Cuéntame en los comentarios si te atreves a tomar el desafío 🙂
Un abrazo,
@FranciscoAMK